Regresión (primera parte) borrador


Sir James un caballero curtido en mil batallas, a sus 36 años. Tres inviernos atrás ganando la ciudad de Cantenbury, su majestad le proclamo general de la corona, después de asesinar a los dos hombres que podían arrebatarle el puesto. Conocedor de la espada y de la traición con el único deseo de poder. Era cortés con quien debía serlo, sabía por donde tenia de tejer sus hilos.

Will el cabecilla del pueblo nombrado, por los viejos sabios que dominaban las colinas del norte. Felizmente casado, luchando  por la libertad de su pueblo. Cinco hijos cuatro barones y una hembra formaban una gran familia. Vivía en el centro del pueblo junto a la herrería de Tomas. Una casa muy austera con pocos lujos y con un pozo en el patio, justo en la parte trasera. Se dedicaba a ejercer de cabecilla en la lucha contra los intrusos. Conocedor de las armas, instruía a los jóvenes y hombres del pueblo a defender cada centímetro cuadrado de su hacienda. Y a las mujeres les enseñaba a defenderse contra ladrones y violadores.
Catherine la mujer de Will con una mirada intimidante, no muy alta y con algo mas de peso de lo que le gustaría, cuidaba de los niños y por las noches de su hombre.

La lluvia calaba bajo las capas de los jinetes, el séquito del rey que a pie no dejaban de quejarse del frío, y que ya tenían hambre. El carruaje con víveres, pollos, conejos y veinte gallinas solo les daría para una semana, claro esta que de agua en Inglaterra iban sobrados. Los cinco barriles de cerveza y dos de agua. Los barriles de agua la mujer que estaba al lado, había quitado la tapa para aprovechar el agua de la lluvia, sino lo tendrían de llenar en el rio. Seguían avanzando hacia el fastidioso pueblo en breve llegarían a la puerta de la muralla. A lo lejos se divisaba dos centinelas con antorchas y poco mas... El puente que daba al pueblo estaba levantado (malas noticias).

En la plaza Will hizo llamar a todos los hombres. Y hizo que las mujeres y niños se fueran hacia la iglesia y dentro pasar por el pasadizo hacia el convento de monjas situado a unos tres quilometros en el bosque formado gran parte por abedul.
Cada uno a sus puestos, calentar los calderos de aceite, los arqueros a sus puestos. Los que tengan espadas esperar detrás de las puertas, quince proteger la iglesia y el mercado y el resto aqui conmigo, subiremos a la muralla a defender nuestro pueblo.
La herrería que preparé mas armas, va a ser una batalla muy dura.
El pueblo amurallado de una forma barata con argamasa, piedras, y troncos de maderas en forma de punta para no dejar entrar al enemigo. La muralla tenia dos entradas una norte y otra este.

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